Sobre la nívea ladera del Mont Blanc, el eslalon de los gorriones. Nubes metálicas de globos de colores surcan las cordilleras de palmeras y árboles de Indias. En el melancólico parque de los Montpensier baten las alas de Bécquer y la mañana azul de cristal adquiere la tonalidad rosácea del algodón de azúcar. El reino de la infancia y el reino de los cielos se confunden en este bosque naïf por el que a veces cruzan remotos carruajes de otros siglos de niños y de rosas en las pérgolas. Las salomónicas columnas del incienso se enroscan como sierpes a las torres áreas de la plaza de España y fugaces aves del paraíso nos rozan con su flecha naranja y verde camino del Nuevo Mundo. La virgen de la Paz va por el parque, trae con ella la plata restallante y el alpino frescor del Porvenir. Más o menos a esta hora, en la primavera universal de Juan Ramón Jiménez, desciende hasta Sevilla el Paraíso.
martes, 11 de abril de 2017
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