Madrid, julio 2015
(Oda nueva
a Madrid)
Aquí no ruge el mar, pero brama
Neptuno,
galopa entre las olas de los
cielos de Breda
y las frondas ubérrimas del Paseo
del Prado.
No rompe el sol tampoco sobre
playas eternas,
mas arde sin embargo en torres
y vitrales
la luz del Guadarrama como el
toisón de oro
que los cielos imponen a la
villa manchega
en la Plaza de Oriente donde un
galeón varado,
adarga antigua y lanza, se
pudre en astillero.
El Manzanares, manso desde los siglos de oro,
sacude su testuz de mulo encajonado
y, Castellana arriba, como un río a raudales,
ajenos al ocaso, ruedan coches sonámbulos.
(Bajo mil galerías seis millones de topos
horadan como esclavos los túneles del metro).
A veces me imagino que el Palacio se eleva
igual que un dirigible que
hubiera roto amarras
por el campo del Moro y las nubes de Tiépolo
y agito mi pañuelo de sangre y dos de mayo
cuando cruza su sombra por la Puerta del Sol
lo mismo que una nave espacial y nodriza.
Asomada al abismo nos saluda Letizia
-la princesa está triste, quiere dar la primicia-
y decimos adiós y decimos adiós.
Apoteosis de la Monarquía Española, Tiépolo, Palacio Real de Madrid
L. Boccherini: La Musica Notturna delle Strade di Madrid - Op. 30 n. 6 (G. 324) / J. Savall
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario